martes, 20 de mayo de 2014

Las voces están hechas de roble,
gritan a las grietas del suelo
buscando su razón,
como huellas en la arena.
Acallaron el sudor del pan,
sustento del oro blanco de los huesos,
con la sangre de los fusiles
escribiendo la historia.



¿Cabe hablar de las flores
que viven su mentira en un entierro?

¿Cabe hablar de las campanas
golpeando el silencio de los campos?

¿Cabe hablar de las palabras
que afilan la sonrisa de los soñadores?

¿O de la luna, que es un poso
de luz enferma durmiendo a las cañadas?

¿O de unos ojos, como la piel de un tambor,
que habla el idioma milenario?

¿Cabrían mis lágrimas hiriendo al río
viejo, viejo por la sangre del hierro
y las memorias vacías?

¿Cabría hablar de un Dios
con miedo escénico?


domingo, 11 de mayo de 2014

Personas II

Me fui
con la última cabeza de otoño.
Escapé
de las alfombras
en busca del charol y el hierro hirviendo
en la sangre,
bajo los astros de papel.
Los cristales lloraban
como lo hacen los ojos,
ahogando a todas las sirenas
mojando las alas de las mariposas.


Personas I

La gaviota lejana del beso
esquilaba la muerte de las piedras,
la sangre transparente en los ojos.
Del corazón le iban creciendo años y años
y cantaba a los marcos de las puertas
y a los manteles de las mesas.
Vio crecer y caer
a las voces que gritaban
desde lo alto de las torres grises
que punzaban el cielo,
la navaja doblando su filo
por las palabras prohibidas.
Los grilletes, ahora, arena fina y flores de cerezo.
Enterró las sombras de la pólvora
entre los labios de los grillos
y fue marcando las primaveras en su cuerpo.
Llega ahora con la enredadera de la vejez
enroscada en la piel que pierde la voz. 
Llega ahora con la sangre lenta
pero siempre supo saber de la palabra amor.