lunes, 17 de marzo de 2014

Paraíso infernal

La cabeza del paraíso rodaba
calle abajo,
dejando a los viejos colores
tumbados sobre los charcos.
Los moscas y las hormigas
hacía tiempo que se habían exiliado
de las pieles amarillas del verano.
Yo era puro gris entre las gotas
grises
y gris era el ladrido de los perros
sobre las tumbas de la imaginación.
Todas las personas eran una
y sus ojos traían toda la noche.
Todos eran nadie
y seguían lamiéndose los huesos
porque la sangre, aún caliente,
huía del corazón, que ahora sí,
encontraba el amor entre los esqueletos
de los último pasos hacia el abismo.

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