viernes, 21 de marzo de 2014


Me ahoga la luz abstemia
de la casa de los gusanos.
Todos hemos bailado allí alguna vez
con la noche, mientras buscábamos
en su espalda
la herida de la luna.
La gente se afila las pupilas,
como gatos del secreto,
y duerme a la memoria
como quien pinta sombras en la pared.
Allí,
donde el silencio es una vía callada,
la gente pisa la sonrisa gris
que nace del suelo y
te lleva a un cielo infinito de cemento.
La oscuridad es una madre
que reza al metal
y trae entre los dientes
las rosas que perdió
cuando se denuda con la luz.
Esa luz abstemia.

lunes, 17 de marzo de 2014

Paraíso infernal

La cabeza del paraíso rodaba
calle abajo,
dejando a los viejos colores
tumbados sobre los charcos.
Los moscas y las hormigas
hacía tiempo que se habían exiliado
de las pieles amarillas del verano.
Yo era puro gris entre las gotas
grises
y gris era el ladrido de los perros
sobre las tumbas de la imaginación.
Todas las personas eran una
y sus ojos traían toda la noche.
Todos eran nadie
y seguían lamiéndose los huesos
porque la sangre, aún caliente,
huía del corazón, que ahora sí,
encontraba el amor entre los esqueletos
de los último pasos hacia el abismo.

viernes, 7 de marzo de 2014

Testigo

El humo crece
entre la piel rojiza del ladrillo,
y
las rosas siguen mudas
y los cristales crecen quietos.
Hay varios soles
pero rompen su luz
en las bocas del suelo
y
todo queda gris
como el plumaje
de las piedras salvajes.
Por ahí viene
un desfile de hierros
con la sangre humeante,
con su latido como un tambor
y
no se puede huir,
solo seguir afilando el cuchillo.
Y no hay que reír
porque los ojos van por el suelo,
y si lo haces,
estate seguro del vuelo de los pájaros.

Descansa en paz


El Loco

He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.